La gente me pregunta cómo puedo trabajar tanto —escribir libros, dar conferencias y talleres, y luego tener tiempo para amigos, familiares y viajes. Ven mi vida ocupada y piensan que soy la persona más organizada y bien planificada del mundo. Bueno, como ya saben, me despierto cada día sin metas establecidas. De hecho, trato de programar lo menos posible. Claro, hay obligaciones que tengo que cumplir, pero sobre todo me despierto y hago todo lo posible para fluir y permitir que el Universo me guíe.
Ahora, entiendo que una cierta cantidad de planificación es necesaria en este mundo físico, especialmente si tienes niños corriendo por la casa o estás haciendo malabares con dos trabajos. El problema con la planificación es que empezamos a creer que nuestros planes y metas son lo que nos harán felices y exitosos. Anhelamos el control (y la tranquilidad) que creemos que nuestros planes traerán. Queremos saber exactamente cómo será el mañana, qué sucederá y cómo se desarrollará nuestro día. En resumen, queremos certidumbre. Desafortunadamente, esa no es la forma en que funciona el universo.
Es hora de darnos cuenta de que nuestras metas y planes no son más que una ilusión o pensamientos en nuestra mente que se construyen sobre la arena. Es hora de soltar nuestras metas, planes y expectativas para que podamos abrirnos a estos momentos cambiantes, y a todas las posibilidades que nunca se nos hubiese ocurrido planear.
Vive la vida sin planes
Para la mayoría de la gente, la falta de planes puede parecer caótica, tonta o poco realista. Pero cuando lo piensas, hemos estado tan condicionados por maestros, padres y jefes, tan manipulados por horarios y plazos y lo que tenemos que hacer, que ya no tenemos el tiempo o el espacio en nuestras cabezas para ir a ninguna parte a menos que el destino esté claramente marcado en el mapa y estemos seguros de hacia dónde vamos.
En el proceso, perdemos nuestra hambre infantil de sorpresa, posibilidad y la magia de preguntarnos a donde quiere ir nuestro corazón. Si sigues lo que te emociona todos los días, podrás hacer mucho.
Hago todo lo posible para vivir conscientemente, en el momento, y siempre escuchando a mi corazón. Por supuesto, vivir una vida sin planes no se trata de solo ser productivo, se trata de bajar la velocidad y permitir que la vida se desarrolle mientras uno se rinde a lo que es. Y como no esperamos nada cuando no planificamos, estamos abiertos a todo. Las posibilidades son infinitas.
Únete a mí en este viaje especial —a quién sabe dónde— lo sabremos cuando lleguemos allí. Juntos, aprovechemos la oportunidad de cada momento.
¡Que comience el caos!